La sociedad japonesa está siendo testigo de un renacimiento interesante: en un país donde la agricultura -que siempre formó parte de sus prácticas más tradicionales- perdió terreno frente al desarrollo de las actividades económicas, es cada vez más común encontrar granjas e invernaderos urbanos.
En los últimos tiempos ha crecido enormemente el cultivo de vegetales en las grandes ciudades niponas, principalmente en la capital. Los habitantes de Tokio, muy preocupados por consumir alimentos orgánicos, libres del uso de pesticidas y sustancias tóxicas, se han volcado a la creación de huertos en azoteas de edificios y en cualquier espacio donde puedan desarrollar la actividad.
El mercado local no tardó en entender la demanda: en los supermercados se registra un altísimo número de ventas de kits para el cultivo en interiores de soja y otros vegetales. Y dentro de poco, la falta de terreno propio para cultivar tampoco será un problema, porque se está por inaugurar una granja urbana que permitirá a los usuarios -a cambio de una cuota de 820 euros anuales- plantar sus propias verduras dentro de un espacio de tres metros cuadrados.
La fiebre de los alimentos orgánicos también llegó a los restaurantes de comida rápida, que ofrecen a los clientes platos elaborados con vegetales cultivados a la vista. Pero lo más curioso ocurrió dentro de la compañía de recursos humanos Pasona, en cuyas dependencias se plantaron más de 200 diferentes especies, incluido un arrozal.
Los mismos empleados de la empresa son los encargados de cuidar las verduras y hortalizas allí cultivadas, que después servirán para la preparación de las comidas ofrecidas al personal. ¿Cuál es la intención de Pasona? Crear un espacio ecológico, que incluye tecnologías que ayudan a reducir las emisiones de carbono; además de fomentar una beneficiosa interacción entre los empleados y, por supuesto, generar conciencia y respeto por el medio ambiente.
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